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lunes, 27 de febrero de 2012

The girl who had everything




"What men or gods are these? What maidens loth?
What mad pursuit? What struggle to escape?
What pipes and timbrels? What wild ecstasy?"

                                       
                                       John Keats, "Ode on a Grecian urn"








martes, 21 de febrero de 2012

Un judío

   


   "A mí no me gustan los animales, y menos todavía los hombres que aman a los animales. Siempre me ha parecido que los hombres que aman a los animales emplean en ellos una parte del amor que debieran dar a los seres humanos, y me di cuenta de lo justa que era esta apreciación, cuando comprobé casualmente que los alemanes del Tercer Reich aman a los perros lobos, a los pastores alemanes. << ¡Pobres ovejas!>>, me dije."


                                            Joseph Roth, La Cripta de los Capuchinos








viernes, 17 de febrero de 2012

"Chicos y asesinos", de Hermann Ungar



   

   Tal vez sin el criterio de Thomas Mann no podría estar escribiendo ahora sobre Ungar (1893-1929), sobre la novelística de uno de los autores centroeuropeos más destacados de principios del XX. Tal vez sin una simple mención en una sencilla entrevista o cualquiera que fuese el modo de propagación no hubiera leído esta obra, o tal vez sí.
   La trayectoria de ese hombre de ojos tristes que ahora contemplo, que recuerda en cierto modo a la de Joseph Roth, Stefan Zweig o tantos otros individuos anteriores a la segunda Gran Guerra, me hace pensar en lo arbitrario del resultado final en cuanto a estatus literario se refiere. En lo arbitrario, o quizás no tanto, de las listas de mejores autores europeos, centroeuropeos, o simplemente checos del pasado siglo; en aquello que provoca que una obra sea encumbrada en el más alto pedestal de la excelencia u olvidada definitivamente. Pues no se habla del Joyce de Finnegans aquí, ni siquiera de un Benet o de cualquier otro autor considerado como estrictamente intelectual, propietario de una obra exclusiva y críptica. Se habla de una prosa sencilla, que no escatima en guiños al lector y que en poco difiere de los autores atrás mencionados; de un Zweig multitudinario, de un Roth aclamado por sus singulares circunstancias externas, de un Bernhard que hereda toda esta literatura décadas después y la eleva para convertirse en uno de los más excelentes prosistas –de esto ya parece no haber duda- del siglo pasado. Se habla, al mismo tiempo, de un autor que no aparece en la Wikipedia en castellano y cuyo testimonio en la anglosajona se reduce a dos líneas. No es que esta web se haya convertido en la vara de medir más idónea en la actualidad, pero sin duda que es indicadora de algo.
   Chicos y asesinos, publicada por Seix Barral en 1991, es una obra que apenas llega a la centena de páginas y que consta de dos excelentes relatos: "Un hombre y una muchacha", en que el autor lleva a cabo un eficaz intento de Bildungsroman, e "Historia de un asesinato". No he leído nada más de este autor. Me bastan sencillamente estos dos relatos. Y quedo enormemente agradecido a Mann. 



viernes, 10 de febrero de 2012

A. Bronson



  "Le puse un ejemplo. <<Yo, en mi barrio, tiro los papeles al suelo; sin embargo, cuando voy por tu barrio -dije aposta: tu barrio- no los tiro nunca. ¿Por qué? Porque el fracaso es una adicción".


                                            Alberto Olmos, Ejército Enemigo







sábado, 4 de febrero de 2012

A Love Supreme




   "Me pregunto si el mundo acabará antes de que ese afán de posesión deje de alentar toda pasión amorosa; si una cierta evolución de no sé qué índole hará posible un día la conciliación entre la generosidad que debe engendrar en el sujeto una criatura amada y el interés egoísta que suscita siempre, en el sentido de acabar con este último sin recurrir ni a la renuncia ni a los sacrificios; si ese estructural divorcio entre gusto e interés -que juntos formaron un tronco único durante los años de aprendizaje para separarse en dos direcciones frecuentemente opuestas en la madurez- podrá ser superado con la aceptación por parte del individuo -dueño y responsable de una naturaleza contradictoria, fatídica y circunstancial al mismo tiempo- de los límites contingentes de una existencia que sólo a ratos perdidos tiene trascendencia."



                                                  Juan Benet, Una meditación