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viernes, 18 de mayo de 2012

Incomprensión


   


   "Hace poco tiempo —una tarde de primavera, caminando por una galiana de Extremadura, en un ancho paisaje de olivos, a quien daba unción dramática el vuelo solemne de unas águilas, y, al fondo, el azul encorvamiento de la sierra de Gata—, quiso Pío Baroja, mi entrañable amigo, convencerme de que admiramos solo lo que no comprendemos, que la admiración es efecto de la incomprensión. No logró convencerme, y no habiéndolo conseguido él, es difícil que me convenza otro. Hay, sí, incomprensión en la raíz del acto admirativo, pero es una incomprensión positiva: cuanto más comprendemos del genio, más nos queda por comprender."



                              José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote





sábado, 12 de mayo de 2012

De la ineptitud y la excelencia




   Un día, no hará mucho de ello, escuché en una tertulia post-película a las que nunca debe asistirse que la obra rechinaba en muchos aspectos y que la música, sin lugar a dudas, estaba fuera de contexto. La película en particular era el Furtivos de Borau (1975), cuya banda sonora está apadrinada por Vainica Doble. El iluminado en cuestión estaba relacionado con el CSIC, pero en ningún momento me interesé por conocer su identidad –tampoco creo que resultase especialmente reveladora-. Lo dijo y se quedó tan pancho. Los pocos asistentes que nos hallábamos junto a él no sufrimos ningún arrebato de cólera ni se organizó una asamblea revolucionaria allí mismo. Sin duda que la situación lo requería.
   No me interesa hablar tanto aquí de esa joya cinematográfica que es Furtivos –creo que es algo reconocido por todo especialista que se precie-, la cual no me importaría incluir entre las quince mejores de todo el cine español, como de la banda sonora de Vainica. Y más concretamente de Vainica. Y más concretamente de su disco Contracorriente (1976).
   No fue Borau, sin embargo, el que descubrió este grupo al cine español, sino otro viejo conocido de la escena como es Iván Zulueta –diseñador de la cubierta de este disco y de la película del aragonés-, que utilizó a la banda en su Un, dos, tres, al escondite inglés (1969). Previamente, ya habían debutado en televisión y habían colaborado con nombres como el de Jaime de Armiñán. Con esto pretendo decir que ya era un grupo muy asentado en el panorama cuando publican este disco, posiblemente el mejor de su trayectoria. Curiosamente, el grupo sufre un parón cuatro años después de sacarlo a la luz. No estarían de acuerdo conmigo, supongo, o con el transcurso del tiempo, en el resultado final.
   El trabajo se escucha ahora como un conglomerado perfecto de nueve composiciones en donde lo peculiar se combina con lo peculiar para dar forma a un disco único en el panorama español de los setenta –y posteriores-. No es una exageración si se entiende este grupo como uno de los padres de la escena indie –no sé en qué momento pasaría a denominarse así, pero me da un poco igual- surgida a partir de los ochenta. En cada canción puede apreciarse un estilo poético-musical fuera de lo común y un sonido que avala la letra a la perfección y que nos transporta a ese folk que tan poco abundó en España, a ese escaso -buen- rock, y si se me apura a esa psicodelia que luego Berlanga –Carlos- y otros tantos se encargarían de explotar años después. Traducido a la terminología actual, esto es un fucking pepino: